jueves, 24 de mayo de 2018

¿Y por qué no? Todo es cuestión de creer.



Desde que se conoció el grupo del mundial y el cuadro que le tocaría a la selección Colombia en caso de pasar la primera fase, periodistas e hinchas han concordado en que en el mejor de los escenarios, el equipo de todos, a lo máximo que podría aspirar es a igualar la actuación de Brasil 2014 donde se alcanzaron los cuartos de final, y que pasar de esa instancia es una epopeya.

¿De verdad sería una epopeya? Para mí no, para mi jugar siete partidos en el mundial de Rusia es más que una posibilidad, para mi es una cuestión de creer.

Creer, como cuando sin aire en los pulmones, los más de 3.600 metros de altura de La Paz sofocaba a los jugadores y tras el empate boliviano a poco del final, en una jugada de contragolpe y sin oxígeno nos trajimos los tres puntos del altiplano.

Creer como en Santiago, cuando todo parecía perdido, un desborde de Muriel terminó en una media vuelta de James que dejó en silencio al Monumental.

Creer como en Asunción, y sin James, gritamos victoria con una pincelada de Cardona que se puso la diez.

Creer como en Barranquilla, cuando parecía que Uruguay nos remontaba el partido, una galopada de Mina y un salto al vacío nos dio un empate con sabor a garra.

Creer como en Quito, donde con fútbol bonito y efectivo eliminamos a un rival directo.

Creer como ante Brasil en Barranquilla, contrarrestamos al “jogo bonito” con garra y corazón. Y un zarpazo del tigre nos puso a tiro del mundial.

Creer, si creer, porque este equipo a lo largo de estos cuatro años supo lo que es caer de rodillas, tocar fondo y levantarse más fuerte. Probó el amargo sabor de del exceso de confianza ante Paraguay en Barranquilla, y aprendió la lección de que no se gana de camiseta.

Porque creer no es cuestión de fe, la fe depende de un milagro, creer es más humano, creer es una cuestión de convencimiento, creer es levantar la cabeza y mirar a los rivales sin complejos como cuando faltaron segundos para quitarle el invicto a la España de Lopeteguí que tuvo que echar mano de sus mejores jugadores para no caer derrotado ante la tricolor.

Creer es meter un golpe al tablero, alzar el puño en señal de revolución y cachetear a los franceses en el mítico Saint - Denis tras ir perdiendo 0-2.

Si porque creer es derrotar los miedos, hacerle pistola a la historia y escribir un nuevo legado.

lunes, 1 de enero de 2018

Se va un ídolo que deja mucho (Armani), llega un ídolo que dejó poco (Gio)



Las historias de Franco Armani y Giovanni Moreno en Atlético Nacional sin duda no pueden estar entrelazadas a pesar de que los dos son ídolos de la hinchada verdolaga. Mientras que el portero argentino se ganó a punta de disciplina, paciencia y títulos  su lugar en el corazón del hincha verde, a Gio solo le bastó nacer en Antioquia y celebrar unos cuantos de sus  44 goles con la camiseta verde y blanca besando el escudo.

Armani se va de Nacional tras siete años, en los cuales tuvo que soportar ser el tercero y hasta el cuarto portero y  una lesión de ligamento cruzado, pero deja en las vitrinas del club 13 títulos, entre ellos la tan anhelada segunda Copa Libertadores que sin duda alguna tiene su sello, pues demostró que un guardametas puede ser el bastión de un equipo campeón sin necesidad de ser un Chilavert, Higuita o Rogerio Ceni.

Armani se va para cumplir un sueño, el de jugar un mundial, se va porque vio que en Colombia una posible convocatoria a la selección de Pékerman iba a dividir a un país, se va porque sabe que es el mejor portero argentino del momento y que por esas cosas del ego de los gauchos  sus posibilidades de llegar a la selección de Sampaoli son nulas si sigue jugando en la liga colombiana (a pesar que Goycochea fue la gran figura de Argentina en el mundial de Italia 90 jugando en Millonarios).

En contraste Giovanni Moreno vuelve al onceno paisa tras ocho años, después de una carrera que a mi parecer fue muy discreta para su talento (Racing y el Shanghai Shenhua). Regresa buscando continuidad para lograr un cupo en la lista de los 23 convocados al mundial de Rusia, vuelve al que siempre dijo ser el club de sus amores, palabras con las que se ganó una hinchada que lo ama, pero con la que tiene una gran deuda. Moreno jugó en Nacional en una época oscura para el equipo antioqueño que  incluso fue penúltimo en un torneo, algo impensado en la actualidad. Ahora los ídolos verdes no se forjan besando la camiseta, se forjan ganando títulos y levantando trofeos cosa que el nacido en Segovia no hizo en su primera etapa con el verdolaga.


La partida de Armani deja un vacío en el equipo, no solo se va el mejor portero de la historia de Atlético Nacional, se va un referente, un jugador que le generaba tranquilidad , confianza y espíritu ganador, un líder, y ese papel de líder solo puede ser ocupado por otro ídolo, Gio tiene esa misión, pero esta vez no basta con hacer unos cuantos goles y besar el escudo de la camiseta, esta vez tiene que levantar copas.

lunes, 13 de noviembre de 2017

La caída del imperio



Cohorte es una unidad táctica militar utilizada en los tiempos del imperio romano, una estrategia de batalla que contaba con tres líneas de ataque.

 La azurri trato de emular aquellas legiones del imperio en San Siro para darle vuelta a la serie ante Suecia. La primera línea de batalla fue desplegada en la entonación de los himnos.

Lo silbidos y el irrespeto por la canción patria de los escandinavos pretendía asustar a los soldados vestidos de amarillo, pero esa táctica provocó todo lo contrario, el delantero Berg lanzó un alarido de rabia e indignación a sus compañeros tras el final de la música, como diciendo a estos los vamos a dejar callados. Incluso el capitán italiano, al ver que no era miedo sino ira lo que sentían sus rivales, trato de calmarlos aplaudiendo mientras todo el estadio de Milán silbaba.

La entonación del himno italiano, fiel a esa mística que siempre genera fue un espectáculo, San Siro adorno las notas de la canción italiana tiñendo sus graderías con el verde, blanco y rojo de la bandera. Mientras que sus jugadores abrazados entre si dejaron la garganta entonando la letra. Un acto que, si bien puede hacer temblar las piernas de cualquier rival, a los fríos suecos no pareció conmover en lo más mínimo. La estrategia de amedrentación no funcionó.

La segunda línea de cohorte utilizada por los italianos en busca de la clasificación fue la posesión de pelota que llegó a ser de un 75%, a pesar de esto el esquema defensivo de los vikingos fue inquebrantable, y los cuatro veces campeones del mundo, desarrolladores del famoso catenaccio no pudieron descifrar la grieta del bloque sueco, que tal vez después de lo visto en la cancha del estadio de Milán pueda ser una nueva escuela defensiva, donde la presión al primer toque y la marcación en zona fueron vitales para el éxito en tierras italianas.

Con la posesión de pelota, esencia del juego desarrollado por Josep Guardiola, ese que antes del partido de vuelta Giorgio Chiellini culpó de acabar con el estilo de juego de la azzurri, Italia no fue profunda y sí muy imprecisa, lo que generó varios sustos en la portería de Buffon con los contra goles, incluso el árbitro español dejó de pitar dos manos en el área italiana, que no se si en la portería sueca hubiera hecho lo mismo. La segunda estrategia de la legión fue inútil.

La tercera línea de los italianos y su último recurso fue la de los centros al área, un plan suicida, producto más del desespero. Las torres suecas le hicieron frente al bombardeo, no se sonrojaron por rechazar a cualquier lado todos los balones que caían en su área, y cuando no podían, fue la diosa fortuna en forma de mala puntería que salvó a la portería de Olsen. La tercera línea fue fácilmente desarticulada, más aún cuando Chiellini en vez de estar en el área luchando por un cabezazo era el que tiraba los balones desde la punta izquierda.

Incluso Buffon que se había vestido con una armadura oscura quizá con la intensión de ser la bestia negra de Suecia, fue en busca de los centros sin suerte. Su uniforme negro se convirtió en un traje de luto, sus lágrimas dieron fin de su trayectoria en la selección, el final de una era y el adiós al sueño de jugar su sexto mundial.

Cita una de las estrofas del himno italiano: “Juntémonos cohorte, estamos preparados para la muerte, Italia llamó”. Los guerreros acudieron al llamado, pero cayeron derrotados.

jueves, 12 de octubre de 2017

Sudamérica no respeta monarquías


Pueblos  que hace más de 500 años le dijeron basta a hacerles reverencia a los reyes, que dijeron basta al reconocer a  un monarca vestido con oro y corona, que lucharon por ser libres, que derrocaron dictaduras y que en algunas ocasiones se enfrentaron entre ellos mismos.

Sudamérica se formó a partir de la lucha, la revolución y la rebeldía. Y su fútbol no es ajeno a  estas características.

En el sur del nuevo continente, donde los niños comienzan a jugar en la arena caliente descalzos, en la tierra erosionada o en los verdes potreros encerrados en alambres de púas que tantas camisetas rasgaron cuando se intentaba recuperar el balón tras un centro o disparo al arco desviado, el fútbol  no se siente como un hobbie, se siente como una oportunidad de vida, tal como lo describió alguna vez el  periodista argentino Ernesto Cherquis Bialo: “porque para el que tiene hambre, el éxito es la única salida”.

El fútbol es esa salida que muchos suramericanos ven al hambre que duele, al hambre visceral. Por eso este deporte que tanta emoción genera en el mundo, en este sector del planeta se vive como una batalla por la vida.

Acá no se gana de camiseta, ni de escudos con estrellas o trofeos en el pecho. Un ejemplo es Brasil que con sus cinco campeonatos mundiales, hasta la fecha siete de la eliminatoria le costó tanto ganar que  cambió de entrenador tras malos resultados. Acá se gana dejando sangre, sudor y lágrimas en la cancha.  

Incluso Messi, considerado por muchos como el monarca del fútbol mundial, alabado en todos los estadios del viejo continente, le costó más de lo pensado  llevar a su país al mundial. Las habilidades del heredero de Maradona en muchos partidos fueron insuficientes para darle una clasificación anticipada a la albicelente.

Desde niños se aprende que no importa si juegas al fútbol por mucho o por nada, siempre hay que ganar, siempre hay que luchar y dejar todo en la cancha. Por eso a pesar de que equipos como Venezuela y Bolivia  se despertaron del sueño mundialista muy temprano, nunca dejaron de jugar por el orgullo y complicaron el andar de todos los clasificados.

Acá se aprende a que no solo se juegan con las piernas, se juega con el corazón y que mientras esté latiendo habrá fuerzas para luchar, como lo hicieron Paraguay y Perú a quien daban por muertos. Los Guaraníes cayeron en la última batalla y los incas lograron entrar al repechaje tras 35 años sin ilusión mundialista.


La anarquía del fútbol suramericano y el rechazo a la monarquía, quedo en evidencia con la eliminación de Chile, doble campeón de América,  que pese a luchar por el respeto del continente, no pudo doblegar a los que pretendía llamar súbditos de su reinado.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Fue un acto de fe


Deuteronomio 11:24 dice: “Todo lugar que pise la planta de tus pies será tuyo; Desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Eufrates hasta el mar occidental será tu territorio”, más que un pasaje bíblico es un acto de fe. Así lo sintieron los jugadores de Santa Fe en 2012 cuando adoptaron esta frase y después de 37 años salieron campeones, y así lo sintieron Camilo Vargas (campeón con Santa Fe en 2012) y Radamel Falcao en la noche de ayer en Lima. Los dos, salieron a la cancha del estadio Nacional descalzos en la previa del partido ante Perú,  convencidos de que se podía clasificar porque la fe seguía intacta.
Colombia llegó golpeada  en su orgullo,  con más dudas que certezas tras el cachetazo de humildad y de coraje de los paraguayos en Barranquilla.  El equipo que nunca jugó como equipo en la eliminatoria, tenía que unirse para lograr el objetivo de ir al mundial.
Tras un primer tiempo de pocas llegadas, de más desgaste que juego, los dirigidos por Pékerman lograron ponerse adelante en el marcador copiando una formula muy guaraní. Pelotazo profundo del portero David Ospina, que Duván Zapata (la sorpresa de la alineación) bajo a una zona donde tres peruanos marcaban a Falcao, el goleador fiel a su apodo felino, protegió el balón con su vida en el capo donde minutos antes caminó descalzo, logró generar un espacio y sacar la pelota de la férrea marca de los incas para que James Rodríguez con un disparo seco y con furia vulnerara la red de Pedro Callese.

El silencio lapidario del  Nacional solo se rompió con los insultos que bajaron de la grada contra el 10 colombiano que celebró con rabia, tocándose el pecho con su dedo índice, como si expresara “aquí estoy yo, en los momentos más duros aparezco”, como si le enviara un mensaje a todos sus críticos como cuando desde una ventana de la sede de la Federación Colombiana de Fútbol hizo una pistola con su mano y después fue gran figura en el juego ante Ecuador en Quito. Ya es la segunda vez que el crack colombiano demuestra que cuando más críticas recibe, es cuando más bocas calla, así como hacia otros diez, el argentino Diego Maradona en sus mejores tiempos.
Con la derrota parcial Perú quedaba sin su sueño mundialista, parecía que los 35 años sin ir a copas del mundo seguirían sumando. Decidido a romper esa racha se fue al ataque con todas sus armas, metió más delanteros en cancha y comenzó a replegar a Colombia, que se equivocó a la hora de poner en práctica la expresión “metan huevo”. Dejaron de correr para empezar a chocar, renunciaron a jugar para dedicarse a rechazar a cualquier parte la pelota y cometieron varias faltas cerca al área. En una de ellas Paolo Guerrero, el líder inca que veía como se esfumaba su última oportunidad de ir al mundial, se arriesgó a cobrar una falta indirecta sin hacer dos toques, con la fortuna de que James en la barrera la rozó y Ospina también la tocó sin lograr desviarla de la portería.
El empate más la derrota de Chile ante Brasil y la victoria de Venezuela ante Paraguay, dejaba a Colombia clasificada y a Perú en repechaje, algo que dejó conforme a los dos equipos que decidieron no hacerse más daño. Colombia le cumplió a Falcao, el delantero que nos clasificó a Brasil y que no pudo jugar por una lesión, ahora tiene la oportunidad de revancha, de anotar goles en el torneo más importante del fútbol mundial.


   

viernes, 6 de octubre de 2017

Clasifiquen por Falcao



“Hoy solo puedo sonreír por haberlo intentado hasta el final”, fue el mensaje que Falcao expresó tras quedar fuera del mundial de Brasil. El artillero colombiano pese a luchar hasta el último día, no pudo recuperarse de la rotura de ligamento cruzado que sufrió el  22 de enero de 2014.

La vida fue injusta con el delantero que fue el principal responsable de la clasificación de la tricolor a la copa del mundo tras 16 años de ausencia.

Hoy el tigre está a punto de quedarse  nuevamente sin  mundial, pero esta vez no por su condición física, si no por la falta de compromiso y profesionalismo de un equipo que lo abandonó.
Colombia  salió a la cancha mirando por encima del hombro a los paraguayos, sacando chapa de jugar en los mejores equipos del mundo, cosa que hace cuatro años no era así.

Antes del mundial de Brasil, salvo un par de jugadores, los integrantes de la selección Colombia  jugaban en equipos de medio orden, y en buena medida gracias a los nueve goles de Falcao en la eliminatoria pasada que fueron vitales para clasificar a la cita mundialista de 2014 muchos llegaron a vestir las camisetas de las mejores escuadras del mundo, y los que no, de todas maneras mejoraron considerablemente su situación deportiva.

Gran parte de este grupo de futbolista que ha sido en varias ocasiones portadas de los diarios deportivos más reconocidos del viejo continente hoy integran  esta selección que hizo un papelón en la noche de jueves en Barranquilla. Parece que los que ya fueron a la Copa del Mundo perdieron el hambre de gloria, que se conformaron con tener en sus currículos un solo mundial,  digo esto porque los mejores en la derrota contra Paraguay  fueran Falcao, Chará y Cardona, que no saben lo que es escuchar el himno de su país en el torneo de fútbol más importante del mundo.


A esos jugadores que parece que no tienen motivación alguna para vestir la camiseta del país, les recuerdo que tienen lo que tienen por el mundial pasado y eso se lo deben en gran parte a Falcao, por él y solo por él deben romperse el alma en Lima, deben demostrar gratitud con el tigre que se merece jugar un mundial. Para que esta vez sonría porque lo logró.

domingo, 28 de mayo de 2017

Totti, el último emperador de Roma


La primera estrofa del himno de la Roma dice: “Roma, Roma, Roma… Corazón de esta ciudad… Único gran amor”. Es un canto a la fidelidad, ese sentimiento que desde hoy tiene una mejor explicación gracias a la carrera de Francesco Totti.

40 años de amor por la camiseta de la loba,  y 25 temporadas defendiéndola con sangre, sudor y lágrimas en 786 partidos.

Il capitano, lideró a un equipo de gladiadores para conseguir el tan anhelado scudetto en la temporada 2000/2001.  La Roma se consagró campeón de Italia tras 17 años, por tercera vez en su historia haciendo una campaña histórica de 75 puntos.

En su cuarto de siglo como emperador, Francesco Totti marcó 307 goles, dejando para el recuerdo de los fanáticos del fútbol  joyas como el que le hizo al Inter en el estadio Guseppe Meazza en la temporada 2005/2006 (un sombrero a Toldo desde la media luna,) y sus once goles a la Lazio su archirrival, que a pesar de ser enemigos acérrimos, despidió al 10 de la Roma con una pancarta que decía: “Totti la hinchada de la Lazio te saluda”.

El eterno capitán también será recordado por sus celebraciones, siempre con fervor y bordeando la locura que conllevaron a la creación de la frase "No Totti, no party". Pero dos especialmente quedaran en la memoria del fútbol italiano. Los dos festejos curiosamente fueron ante Lazio.


Y la segunda, seguramente la más recordada cuando se tomó una  selfie tras marcar el agónico empate en el derbi, fotografía que se volvió viral.

Un tipo de apariencia sobria, de pocas palabras, pero de gran poder de mando, como emperador que fue. Con una mirada, con un gesto ya sus gladiadores sabían qué hacer, su amor a la Roma y su espíritu de lucha le jugaron malas pasadas a sus nervios, cuatro expulsiones en su carrera, una de las más recordadas la patada que le pegó a Balotelli en un Roma - Inter.

Un tipo que por su talento también recibió duros golpes en batalla, como aquel guadañazo al tobillo de Paolo Montero en un Juventus - Roma, o la fractura de tobillo de la que fue víctima en febrero de 2006 que puso en duda su participación en el mundial de Alemania. 

Copa del mundo a la que llegó después de una recuperación milagrosa y en la que se consagró campeón y anotó un gol importante para Italia ante Australia de pena máxima..


La espina en el legado del último emperador de Roma será sin duda la no conquista de Europa, el trofeo continental fue esquivo para Totti, que se despidió jugando 40 minutos en su casa, el olímpico de Roma con una victoria 3-2 ante Genoa que deja a su amado equipo clasificado a la próxima  Liga de Campeones.