Al son de un piano se escuchó la Marsellesa en el Santiago
Bernabéu, un homenaje previo a clásico, en honor a las víctimas de los ataques
terroristas en París. Este fue el único momento de tranquilidad que vivieron
los hinchas y jugadores del Real Madrid en la tarde del 21 de noviembre.
Con el inicio del partido, todo fue angustia, desilusión y
caras largas. De principio a fin, el Barcelona dominó el encuentro y la
posesión de balón, su arma más letal y conocida. Con el paso del tiempo, y bajo
la atenta mirada desde el banquillo de su estrella Lionel Messi, el equipo
blaugrana fue sintiéndose más cómodo en el césped del Chamartín, tanto que solo
le costó diez minutos anotar el primer gol del partido, ahí comenzó el calvario
blanco.
Luis Suárez definió a tres dedos y de primera una jugada
exquisita, donde el gran protagonista fue Sergi Roberto. El 20 del Barsa se
puso el traje de Messi, hizo una diagonal en velocidad, al mejor estilo de la
pulga, acción que le sirvió para librarse de la marca de Ramos y a Modric y
poner una asistencia de en sueño al charrúa.
La arenga de Keylor Navas, tras la anotación del uruguayo de
poco sirvió. La impotencia del Madrid se evidenciaba en los pases. Los blancos
no lograban dar más de tres toques de balón seguidos y abusaron del pelotazo.
En contraste, su rival hizo circular la pelota como si estuviera en un
entrenamiento en la sede Joan Gamper.
Poco a poco Andrés
Iniesta, se fue transformando en la figura del encuentro, su manejo de los
tiempos, sus toques de balón precisos y su visión de juego, destrozaron la
moral del equipo merengue, que fue incapaz de parar al orgullo de
Fuentealbilla, asistente de Neymar en el segundo gol culé.
2 a 0 y al descanso.
Los primeros pañuelos blancos aparecieron en las tribunas del Bernabéu
acompañados con el canto: “Florentino vete ya”.
El silencio se apoderó de la grada en el segundo tiempo, no
había animos ni para pitar a Piqué, y no era para menos, no había que ser
Nostradamus para predecir que la cosa iba a ser peor.
Un disparo de media distancia de James Rodríguez, exigió a
Bravo y levantó por unos instantes a la afición blanca, que sufrían el partido
como almas en pena.
La ilusión de una remontada duró poco. Iniesta se puso el traje de artillero, se
asoció con Neymar, que con un taconazo excepcional le devolvió el favor al
capitán del Barsa, que no dudo en romperle el arco a Keylor Navas.
3 a 0 arriba, Pero Luis Enrique quería más, y decidió poner
en el campo a Lionel Messi.
El desespero fue total en el banquillo blanco, aturdido,
Benítez, tomó la decisión de sustituir al colombiano, el único que había
generado peligro en el arco rival, para darle minutos a Isco.
El malagueño demostró una vez más que le falta cabeza (fue
expulsado), pero talento tiene y de sobra. De sus pies nació la segunda opción
de gol del Madrid. Pase profundo para Bale, que por primera y única vez en el
partido, corrió un balón para meter un centro a Cristiano, el portugués mano a
mano con Bravo, falló una definición que en otros tiempos era gol seguro.
La dificultad de los blancos para generar peligro contrastó
con la facilidad blaugrana, el cuarto gol, segundo de Luis Suárez, llegó tras
una serie de toques, conexión Messi, Alba y el charrúa que mano a mano es
imparable.
Cuatro goles en contra necesitó Benzema para reaccionar, el
francés tenía la cabeza muy lejos del Bernabéu, tal vez en la corte de
Versalles. El nueve del Madrid tarde, muy tarde, comenzó a pedir pelota y a
generar espacios, incluso tuvo tres opciones de anotar, pero Claudio Bravo
y el reloj fueron sus peores enemigos.
En la cancha ganó el Barcelona con contundencia, fuera de
ella ganó la seguridad y el esquema policial, que permitió el normal desarrollo
del partido, gracias a ellos la pesadilla solo fue futbolística.