jueves, 12 de octubre de 2017

Sudamérica no respeta monarquías


Pueblos  que hace más de 500 años le dijeron basta a hacerles reverencia a los reyes, que dijeron basta al reconocer a  un monarca vestido con oro y corona, que lucharon por ser libres, que derrocaron dictaduras y que en algunas ocasiones se enfrentaron entre ellos mismos.

Sudamérica se formó a partir de la lucha, la revolución y la rebeldía. Y su fútbol no es ajeno a  estas características.

En el sur del nuevo continente, donde los niños comienzan a jugar en la arena caliente descalzos, en la tierra erosionada o en los verdes potreros encerrados en alambres de púas que tantas camisetas rasgaron cuando se intentaba recuperar el balón tras un centro o disparo al arco desviado, el fútbol  no se siente como un hobbie, se siente como una oportunidad de vida, tal como lo describió alguna vez el  periodista argentino Ernesto Cherquis Bialo: “porque para el que tiene hambre, el éxito es la única salida”.

El fútbol es esa salida que muchos suramericanos ven al hambre que duele, al hambre visceral. Por eso este deporte que tanta emoción genera en el mundo, en este sector del planeta se vive como una batalla por la vida.

Acá no se gana de camiseta, ni de escudos con estrellas o trofeos en el pecho. Un ejemplo es Brasil que con sus cinco campeonatos mundiales, hasta la fecha siete de la eliminatoria le costó tanto ganar que  cambió de entrenador tras malos resultados. Acá se gana dejando sangre, sudor y lágrimas en la cancha.  

Incluso Messi, considerado por muchos como el monarca del fútbol mundial, alabado en todos los estadios del viejo continente, le costó más de lo pensado  llevar a su país al mundial. Las habilidades del heredero de Maradona en muchos partidos fueron insuficientes para darle una clasificación anticipada a la albicelente.

Desde niños se aprende que no importa si juegas al fútbol por mucho o por nada, siempre hay que ganar, siempre hay que luchar y dejar todo en la cancha. Por eso a pesar de que equipos como Venezuela y Bolivia  se despertaron del sueño mundialista muy temprano, nunca dejaron de jugar por el orgullo y complicaron el andar de todos los clasificados.

Acá se aprende a que no solo se juegan con las piernas, se juega con el corazón y que mientras esté latiendo habrá fuerzas para luchar, como lo hicieron Paraguay y Perú a quien daban por muertos. Los Guaraníes cayeron en la última batalla y los incas lograron entrar al repechaje tras 35 años sin ilusión mundialista.


La anarquía del fútbol suramericano y el rechazo a la monarquía, quedo en evidencia con la eliminación de Chile, doble campeón de América,  que pese a luchar por el respeto del continente, no pudo doblegar a los que pretendía llamar súbditos de su reinado.

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